Carta para el olvido.

Denusoide
4 min readMar 26, 2022

--

(Cuando escribí esto, las palabras salieron de una forma mucho más cruda de las que terminé por plasmar en las próximas líneas. Nunca pensé en publicarlo, pero supongo que como todo lo que dolió y sanó, o todo lo que se rompió y dejó una marca, puede resultar inspiración y como tal, merece su lugar en el mundo de las palabras que si doy a conocer, porque ya no son mías, sino que son del arte del hermoso oficio de escribir.)

Anoche, cuando todos se durmieron, lloré mucho. Un buen rato. Lloré como hacía rato no lloraba.

Últimamente, ando adormecida.

Le echo la culpa al exceso de anticuerpos que me inyecté cuando nos separamos.

Desde ese entonces, nada me dolió tanto como para llorar como lloré anoche.

Lloré desde las entrañas, con congoja, con esa angustia con la que lloran los bebés cuando les sacan el chupete. Lloré porque me sentí vacía de “algo” que me hiciera llorar.

Estoy anestesiada.

Ya no me permito sentir como sentía cuando sentía con vos. Lo intento, pero no puedo.
No me abro al mundo de la misma manera, ni me entrego a nadie con la misma inocencia e inconsciencia de esa adolescente que fui.
Porque ya no soy la adolescente que fui, pero igual, aún , adolezco de algunas cosas.

Estos años no me pude permitir desarmarme como anoche.

Estos años, ocupé cada minuto de mi tiempo, en devolverle a mi cuerpo y corazón todo el amor que había depositado en vos, y que en consecuencia, yo no me tenía.

Y lo logré.

Me encontré colmada de amor. Repleta. Tan llena que desbordo…

Pero no quiero desbordar, así que lo escondo. Lo guardo en una especie de cuenta corriente para que genere más caudal mientras se queda ahí, quieto, estático.

Lo que sobra lo voy depositando en otras cuentas. Lo invierto en otros negocios, que por lo general, no me benefician. Y no me sorprende, tampoco puedo decir que el capital que yo aporto sea de gran valor. A nadie le gustan las sobras.

Ayer, mientras lloraba, me dio mucho miedo preguntarme ¿Por qué?, así que no lo hice, pero aún así, lo sé.

Lo sé porque logré calmarme cuando de pronto me acordé de la última vez que te vi. Esa vez lloramos ambos, porque ambos sabíamos que no podíamos seguir así, que definitivamente sería la última vez que íbamos a tenernos uno frente al otro.

Esa noche frené el auto y nos despedimos.
Me abrazaste. Y me dolió todo pero dolió mucho menos que si no lo hubieras hecho.
Todo dolía menos cuando me abrazabas.

Desde que ya no me abrazas escribo para evitar que las cosas me duelan. Te escribo para evitar que me duelas. Escribo, para evitar preguntarme si siempre voy a tener miedo de soltarte por completo. Si siempre van a ser tus abrazos los únicos capaces de hacer que todo deje de doler.

Porque, a esta altura, yo no puedo dejar de sentir que ya está, pero tampoco logro convencerme de que existan en el mundo otros brazos que me den la paz que sentía en los tuyos.

Siempre elijo creer que sí. Y así voy…

Pero anoche lloré y no quería otra cosa más que estar en mi auto aquella noche en que lo frené, me despedí y lloré abrazada a vos.

Quizás, sea por eso que guardo mi amor bajo llave. Porque si alguien lo malgasta y me hace sufrir, no creo que pueda ayudarme a no sentir dolor con su abrazo. No confío. No sé si alguien más puede ser mi hacha y mi curita al mismo tiempo.

Anoche lloré porque entendí que ya no te necesito. Perderte me hizo encontrarme a mi, y con eso basta.
Pero aunque no lo necesite, igual lo quiero; y eso es peor. Aunque conmigo baste, no me dan los brazos para abrazarme a mi misma y que todo deje de doler.

Sentirme así, hace que de vez en cuando me castigue por mirar para atrás. Pero anoche no me importó y pude sentir sin culpa tu vacío en todos los rincones de mi cuerpo. Anoche no me castigué por eso. Porque no estoy mirando atrás. Porque entendí que la que te extraña no es la mujer de hoy, sino la adolescente de ayer.

No me castigué porque me perdoné.
Porque te perdoné.

Me aprendí a querer y a quererte de otra forma.

Me hice consciente de mi valor, y del tuyo.
Me conocí.

Aprendí a decirte la verdad sin miedo y ser fuerte.
Aprendí que conmigo basta

Que conmigo sobra.

Pero que baste y sobre no significa que sea suficiente. O que sea lo que quiero.

Y que no sea lo que quiero no significa que sepa lo que quiero. Y no sé si lo voy a saber alguna vez.

Pero me conformo con saber que ayer quería tus abrazos. Y que ayer y muchos ayeres atrás te extrañé.

Que hoy mientras escribo esto te extraño.

Que es posible que mañana, y algunos mañanas más, también lo haga.

Que eso me da miedo y me vuelve vulnerable pero fuerte a la vez.

Anoche lloré mucho por eso.

Porque sentí el impulso de ir hacia donde sea que estuvieras a darte ese abrazo que precisabas, o el que yo quería. Lloré porque ayer, estaba en mi casa, pero no me sentía en ella. Porque ayer mi casa estaba donde vos estuvieras.

Y me dolieron los brazos ante la pesada carga de tener que conformarme con rodear la almohada con ellos.

Me duelen los brazos por estar usándolos para escribir esto en un papel, en vez de ponerlos a descansar alrededor tuyo.

--

--

Denusoide

Nacida bajo el signo de escorpio, diría que eso dice más bien nada, pero dice un montón. Escritora en proceso, bailarina de alma y un poco abogada.